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sábado, 8 de octubre de 2011

Tiempo de freza. Los mejores lugares para ver salmones en Asturias



Si alguien ha tenido la oportunidad de ver en directo la freza del salmón atlántico, con toda probabilidad no hará falta que lea este artículo para convencerle de que vuelva de nuevo al río. A lo largo de septiembre, octubre, noviembre y, especialmente, diciembre y enero, el retorno de los salmones al río que los vio nacer pasa por distintas y espectaculares fases.

Tras el periplo marino, el esguín transformado en un salmón adulto remonta las corrientes para cumplir con el dictado vital. Su condición de especie anádroma hace que, tras nacer en agua dulce, pase un largo periodo en el mar para retornar con fuerza, instinto y buen tamaño a su casa. Si bien es cierto que la entrada de salmones se registra casi a lo largo de todo el año, existen periodos más intensos, aunque las condiciones climáticas trastocarán toda lógica o teoría que podamos esbozar al respecto. Generalizando, podemos decir que los primeros salmones que entran al río tras la freza en enero suelen ser salmones de buen tamaño denominados vernales o de invierno, normalmente por encima de seis kilos, para posteriormente llegar los abrileños y los mayucos, de en torno a los cinco kilos de media, y que terminarán con los añales estivales, por debajo de los tres kilos. Fuera de temporada de pesca se produce una entrada otoñal, con ejemplares sobre los cinco kilos de nuevo, que reforzará los efectivos disponibles para la freza. De noviembre a febrero el parón de entradas se debe a que es en esos meses cuando el desove se desarrolla, y los salmones están a otras cosas.

Las precipitaciones y su relación con el caudal que presenten los ríos serán el principal factor condicionante para la freza. Para el remonte inicial se necesita un caudal alto, pero no excesivo, que permita trabajar a las aletas con soltura, pero que no se encuentren con la resistencia titánica de las corrientes de crecida. Para el desove el caudal debe ser más bajo, evitando crecidas que acaben con las camas de freza.

EL ATUENDO PARA IR A VER LA FREZA. El ir pertrechado con la ropa adecuada es fundamental para poder disfrutar de una buena jornada de freza, ya que las probabilidades de terminar con un severo resfriado son muchas. En los últimos meses del año, los cambios bruscos de tiempo están al orden del día, con variaciones térmicas que son difíciles de soportar sin el atuendo adecuado. El eterno orbayu asturiano y la lluvia, incluso la nieve, nos pueden sorprender en cualquier momento, justo después de una mañana soleada y templada.

Una buena chaqueta de agua, a ser posible con un forro polar interior, del tipo tres cuartos de cazador clásico, junto con un calzado cómodo, del tipo bota de montaña o similar, es lo que debemos llevar para empezar a hablar. El calzado debe ser cómodo, resistente al agua y que nos garantice estabilidad para todo tipo de firmes, acompañado por unos calcetines sobrios.

El resto de ropa admite todo tipo de variantes, recomendándose un pantalón más bien grueso y cómodo, evitando faldas, vestidos y prendas apretadas. Una buena camisa y una chaqueta o jersey, a tono con la primera, completarán el equipo. Unos guantes, una bufanda, un gorro para protegernos del agua y un paraguas no estarán de más, pues que a nadie se le olvide que el verde de Asturias es agua pura.

Una pieza clave para poder disfrutar de la freza a pleno rendimiento son las gafas polarizadas. Estas nos ayudarán a escrutar con precisión el fondo del río, evitando los reflejos superficiales parcialmente. Dependiendo de las condiciones del día, la luminosidad y la claridad de las aguas principalmente, y de la vista del participante, el color de los cristales más adecuados va a variar. Por norma general los cristales más oscuros, grises o marrones, son más recomendables para días soleados y aguas claras, mientras que los amarillos y afines funcionarán mejor los días grises y encapotados. Para que el efecto de las gafas polarizadas sea más satisfactorio, estas deben impedir la entrada de luz directa a los ojos, por lo que aquellos modelos que tienen unos dispositivos de protección laterales y superiores son los más adecuados. Una gorra con visera reforzará el efecto de las gafas notablemente.

El mercado ofrece una gran variedad de gafas polarizadas, ya que muchas marcas utilizan este tipo de cristales en sus modelos clásicos y se pueden adquirir en todo tipo de ópticas, y no tan solo en tiendas especializadas. Desde 30 € podemos encontrar modelos más que aceptables, y por menos precio suplementos para utilizar con unas gafas graduadas, aunque la efectividad de estas últimas no es tan buena.

En caso de que seamos pescador o pescadora, nos vale todo el atuendo tradicional, ya que las tonalidades propias del mismo son las más adecuadas para la experiencia, evitando en todo momento colores chillones.

LUGARES Y FECHAS CLAVE. Lo primero que debemos hacer es una división de las aguas salmoneras de los ríos asturianos, ya que para poder ver el desove en buenas condiciones y en los lugares adecuados no nos valen las mismas consignas que seguimos para su pesca. El primer tipo de aguas son las que definiremos como de paso, siendo aquellas en las que el salmón no se detiene y que coinciden con los tramos bajos de los ríos. En un segundo bloque están las que llamaremos de estancia, ubicadas en tramos medios y que coinciden con los mejores pozos para su pesca; y por último, las áreas de freza, a las que sube el salmón para cumplir el ciclo vital y que coinciden con los tramos altos.

Para que el desove culmine de manera satisfactoria, el salmón necesita aguas con no mucha profundidad, menos de 1 metro es lo más adecuado, corrientes no muy fuertes, sobre 15 cm/s, y una granulometría intermedia, sobre 2 cm para las gravas del lecho. Las faldas de los grandes pozos salmoneros de tramos medio-altos y las tabladas que siempre albergan reos para los serenos estivales se presentan como dos emplazamientos muy apetecibles para el desove, sin olvidarnos de los tributarios de cierto tamaño, en los que el salmón buscará aguas oxigenadas, protegidas y con cierto calado. La cama de freza suele tener forma elíptica y la claridad de las gravas que la cubren, bajo las que se encuentran los huevos ya fecundados, destaca sobre el fondo del resto del río. Bajo los guijarros claros siempre está la vida en potencia.

Dentro de todo el proceso de freza definiremos dos fases claramente diferenciadas: el remonte y el desove. Desde finales de septiembre hasta primeros de noviembre, los salmones remontan aguas arriba buscando las mejores zonas de freza, y desde mediados de noviembre a enero se produce el desove.

Para el remonte suelen aprovechar crecidas esporádicas del río para acelerar el ascenso, producto de las descontroladas y copiosas lluvias otoñales. Antes que los salmones, truchas y reos ya han comenzado a moverse y por millares saltan y nadan con fuerza hacia las cabeceras de los ríos, facilitando un espectáculo que no desmerece al de sus primos mayores. Las condiciones ideales para ver estos saltos vigorosos aparecerán a los dos días de una buena riada, cuando el caudal ya se haya establecido pero aún se mantenga alto.

Los lugares más adecuados para ver el ascenso suelen coincidir con pasos que tienen cierto grado de dificultad para los salmones y que se encuentran en las partes medias y altas del río. Si existe una escala y si esta se encuentra en un tributario cercano al cauce principal, ahí está la clave para disfrutar de este gran espectáculo. Aunque al final del artículo hablaremos con mayor precisión de aquellos emplazamientos que reúnen mejores condiciones para ver el remonte y el desove, especialmente en la cuenca del Narcea-Nalón, aquí hablaremos de otros emplazamientos destacados por el resto de Asturias.

Puede que el salto de Caño en el Sella (1, ver en el mapa), a escasos kilómetros de Cangas de Onís, sea el mejor emplazamiento para ver el remonte de toda Asturias. Se trata de una antigua escala salmonera sin cubierta que ayuda a los peces a superar la barrera que genera una antigua minicentral hidroeléctrica, aún en funcionamiento. Una fría tarde de noviembre, casi a finales, cuando iba camino de Llanes desde Oviedo, decidí dar un pequeño rodeo e ir por Cangas para subir a Caño. El paseo mereció la pena y pude ver decenas de salmones que colapsaban los pasos de la escala y chocaban unos con otros en su afán por llegar arriba. Repetí la jugada años después con las mismas condiciones de agua y no vi ni uno, ya que ese año las lluvias se habían adelantado y a primeros de noviembre los peces buscaron la cabecera con el repunte de caudal. El agua marca las decisiones de los peces.

Las escalas salmoneras de Niserias (2) en el Cares o el Saltadoiro o Pe da Viña en el Eo (3), son dos lugares de privilegio para ver el remonte, junto con saltos de tributarios como el de Soto de Dueñas en el Piloña (4) o el tramo urbano del Güeña en Cangas de Onís (5). En el Esva la escala de Casielles (6), cerca de la desembocadura, resulta más compleja de controlar, ya que su emplazamiento suele hacer que sea más tempranera y que esté condicionada por las mareas.

El desove, en su sentido estricto, se desarrolla, en condiciones normales, desde primeros o mediados de diciembre a finales o mediados de enero, dependiendo de la dureza del otoño y del invierno. Las zonas más adecuadas para ver la freza ya han sido descritas anteriormente, colas de pozos y tablas, y las condiciones ideales estarán determinadas por un río no muy alto de caudal pero transparente. La hembra decide el lugar en el que va a construir su cama de freza y paralelamente se inicia el proceso de lucha que determina el que va a ser el macho dominante, que no siempre es el de mayor tamaño. Mientras la hembra escava con su cola, el macho tiene que apartar a sus competidores, que permanecerán al acecho para realizar escaramuzas en los momentos más delicados. La hembra, llegado el momento oportuno, deposita los huevos y, con una sincronización mecánica, el macho los insemina, tapándolos la hembra de nuevo con la grava escavada al principio para hacer la cama. Los machos competidores no se resignan a no participar en el proceso y, con entradas esporádicas, dejan su impronta fecundadora en la puesta, según se ha podido comprobar en estudios recientes de distintas universidades del Arco Atlántico.

Tras este proceso la mayoría de los machos mueren y un porcentaje bajo de hembras se recupera. Es el momento de los zancados o salmones desovados, que se dejan arrastrar tras la freza en busca del mar salvador.

TAMBIÉN TRUCHAS Y REOS. En un año en el que todo haya transcurrido en condiciones normales, a mediados de enero todo estará finalizado y siempre nos quedarán los reos y las truchas, que en Asturias suelen desovar más tarde, para poder ver un espectáculo a otra escala, pero con mayor dinamismo.

Durante casi una década acudí el primer día del año a ver una pareja de truchas -a mí me gusta pensar que era la misma o descendientes de la primera- que estaba en plena faena bajo el puente de piedra del acogedor pueblo de La Riera, que se encuentra en la carretera que nos lleva a Covadonga. Dependiendo de cómo hubiese ido el año, las podíamos ver con el trabajo más o menos desarrollado, ya que un año estaban culminando el proceso y otro apenas habían iniciado el cortejo y la preparación de la cama de freza, lo que puede servir de ejemplo para las variaciones de fechas y situaciones.

Para ver la freza, el tramo bajo del Ponga, aguas arriba del coto de Santillán, o las tablas ubicadas aguas arriba de Caño en el Sella, son lugares muy recomendables. El antiguo coto de Peñacaída, actualmente zona libre de pesca sin muerte, es un emplazamiento ideal para ver la freza en el Cares. En el Esva las aguas valdesanas y tinetenses sitas hacia arriba del coto de La Central son una apuesta segura para ver de cerca todo el proceso.

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